Esta semana han
dado mucho de qué hablar dos mujeres en notas con precedentes distintos pero
que si lo analizamos con cercanía pueden tener una base semejante, el manejo de
información de índole privada.
La youtuber
Yoseline Hoffman, mejor conocida en el argot del internet como Yosstop, estuvo
en prisión cinco meses, después de ser señalada por el delito de pornografía
infantil, el cual luego fue reclasificado a discriminación, denunciada por
Ainara Suárez, ya que hizo eco a través de sus redes sociales, con 5.6 millones
de seguidores, del video de la violación grupal que sufrió en una fiesta en
2018. Además de que en el video producido por esta chica, llamado “Patética
generación”, Yoseline pronunció calificativos (“puta” y “prostituta pendeja”),
señalamientos a algunas conductas de Ainara, las cuales simbró en la imagen de
la chica, lo que, la hizo objeto de violencia digital. Después de llegar a un
arreglo, hasta donde se dio a conocer, la youtuber tuvo que pagar a modo de
reparación, diversos bienes materiales, deberá ofrecer una disculpa pública a
Suárez además de no contactarla por ningún medio, no expresarse de forma
denigrante, insultante y humillante a cualquier persona y compartir un video
cada mes, en el que comparta contenido sobre los cursos a los que asistirá a
capacitarse en el tema de víctimas y donar el 5% de sus ingresos a asociaciones
y colectivas. Este caso siembra todo un precedente, de regulación en medios
cibernéticos, que como bien sabemos gracias a la Ley Olimpia, se ha ido
empujando a considerar, ya que el mundo de las redes sociales se ha convertido
en un infierno. La cloaca donde todos quieren ir a depositar sus odios y bajos
deseos. Donde la mayoría cree que se puede quitar las máscaras sin reparo,
atacando y empuñando violentamente armas de otro tipo: imágenes, palabras,
videos, con las que la vida de una persona puede ser transformada severamente.
Pero a las finales, cada quien hace con su cuerpo, sus relaciones amistosas y románticas lo que guste, mientras no lastime o saque un provecho sobre otro. La pregunta es ¿porqué exponerlo a la opinión pública antes que a las autoridades? La respuesta es bien fácil porque el morbo vende y aunque cueste admitirlo, entonces todos se llevan en los hechos una gran tajada. Todos, los actores y los narradores. En el caso de Yosstop no fue el dinero relamente lo que motivó la descalificación pero es un hecho que la catapultó en la opinión pública, su imagen se viralizó y eso le generó ganancias. Con Hernández si hay un de entrada una persecusión de regalías, por lo que al vender la historia de otros, habría que preguntarse hasta donde tiene derecho y cómo es que usa la imagen de otro, al que no se le dá la tajada correspondiente. ¿Hasta dónde sí y hasta dónde no? Piénselo.
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