Por: Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo
Es
vergonzoso que se sigan dando casos de maltrato animal como del que tuvimos que
enterarnos la semana pasada, donde fue víctima Rodolfo corazón, perro de esos
que algunos llaman mestizo, y al que le había tocado el destino de ser
callejero, pero que, por su singular carácter juguetón y la buena voluntad de
algunos, había sido adoptado por vecinos en el fraccionamiento Los Cedros, en
Los Mochis, Sinaloa.
Todo
aquel que lo conoció ratifica, que el canino, era muy manso y que jamás había
tenido una actitud violenta para con nadie, por lo cual, todos se encargaban de
alimentarlo y procurar que tuviera una vida un poco más digna, dentro de sus
circunstancias. Pero no contaban con la masacre a la que fue objeto el pasado
16 de abril, cuando José Lugo Ocaranza lo mató a hachazos, según él, porque había
mordido a su novia Adriana Castañeda (lo cual no ha sido comprobado). Hubo
testigos y hay video. Todo a sangre fría.
¿Qué
se puede pensar de una “persona” que mata con tanta crueldad a un animal? ¿En
qué tipo de contexto vivirá? Alguien que puede matar de esa manera es peligrosa
para la sociedad en la que vive y es por ello que, las manifestaciones no se
hicieron esperar pidiendo justicia para Rodolfo. En Sinaloa existen leyes en
contra del maltrato animal, pues según el artículo 364 del Código Penal: “Al
que dolosamente cometa actos de maltrato o crueldad en contra de cualquier
animal doméstico causándole lesiones se le impondrá de tres meses a un año de
prisión, y de cincuenta a cien días de multa”. “Si las lesiones causan la
muerte del animal, se le impondrá de seis meses a dos años de prisión y de cien
a dos cientos días de multa”, y aunque el maltrato animal ha sido tipificado
desde hace más de cinco años, nunca éstas leyes han sido aplicadas, aún cuando
en Culiacán, según la Fundación Laika Protectora de Animales reporta, que por
lo menos, hay 30 notificaciones de este tipo diariamente. México ocupa el
tercer lugar en maltrato animal en el mundo y el deshonroso primer sitio en
Latinoamérica.
Lo
que apremia es reconocer que estamos ante conductas reprobables, que demuestran
el nivel de violencia en el que están inmiscuidos los integrantes de la
colectividad, la cual maquilla su ansiedad y su estado iracundo de rabia, la
cual está siendo descargada, como siempre en el más débil.
Necesitamos
urgentemente enseñar respeto, cuidado y amor hacia los animales. Pero también
aprender a controlar nuestra rabia, esa ira patológica que puede cegarnos y
llevarnos a actos inimaginables. Experimentar furia frente a un evento puntual
en natural, inherente al ser humano, pero cuando alguien siente una emoción
negativa, tan grande que gatilla conductas agresivas hacia sí mismo o hacia su
entorno, se podría estar ante casos de rabia patológica. Resulta indispensable,
hablar sobre esto en casa, imprescindible de no evadir ni normalizar actos de
este tipo.
Los
animales son seres que merecen el mismo respeto y cuidado que cualquiera.
Muchas veces nos dan grandes lecciones de amor, lealtad que no merecemos, y por
ello es que debemos poder comportarnos a su altura. Demostrando real
inteligencia al tratarlos con la dignidad que necesitan por el simple hecho de
estar vivos. Sienten y entienden en gran medida, demostremos real humanidad en
una sana convivencia, yo le aseguro que podría obtener grandes recompensas al
permitírsela.
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