Cuando el reloj señaló las 12 de la noche, el año 2020 llegó a su fin, y
sentado en su silla de ruedas con su balón de oxígeno a cuestas, entregó la
posta al 2021. Para todos era la entrada triunfal del Año Nuevo, y había motivo
para recibirlo y celebrarlo con bombos y platillos.
Pero, cuando despertaron los pobladores
después de un ruidoso recibimiento al nuevo inquilino del calendario,
comprobaron que el escenario era el de antes, y todo seguía igual. El mismo
desorden, la cocina repleta de vajillas sin lavar, restos de comida y licor en
la mesa del banquete, el abuelo durmiendo en el sillón luego de varios brindis.
Afuera, en las calles el bullicio de siempre, personas con sus mascarillas que
ocultaban sus rostros de mala noche, motores y bocinas de los vehículos en una
enfermiza pugna quien originaba más ruido ensordecedor. Es decir, copia y calco
del 2020, el destronado y maltratado Año Viejo pretendiendo ahora ser joven.
El Covid 19 sumamente complacido al
advertir el desenfreno total de cientos de personas que serían los futuros
pasajeros a llevar en su inmensa carroza fúnebre. Era Año Nuevo y había que
destapar botellas de cerveza aún hasta con los dientes. Los protectores
faciales fueron arrojados al tacho de basura porque impedían el bailar y el
cantar a todo volumen.
¿Feliz Año Nuevo?, no, no es nuevo. Es el
mismo tiempo dividido en periodos con sus inviernos y veranos; con sus alegrías
y derrotas. Seguiremos asistiendo a los enfrentamientos de los políticos en
busca del poder; la corrupción entronizada en la sociedad cual virus maligno.
Todo esto que va carcomiendo los débiles cimientos de nuestra democracia.
El tiempo es como aquel tren que avanza
serpenteando valles, quebradas, bosques, para llegar a su próxima parada. En la
estación desembarcarán personas, así como otras subirán para llegar a sus
destinos ya previstos. Nuestras vidas también tienen sus paraderos, subimos y
bajamos en el tren de nuestro destino. Pero llegará el momento fatídico que,
comprado el pasaje, el asiento reservado no será ocupado, y el tren emprenderá
su marcha sin aquel pasajero de quién nunca más se supo. Los paraderos del tren
son en buena cuenta los periodos de años de nuestra existencia. Muchos bajaron,
y otros subieron para iniciar la travesía, como también algunos jamás llegaron
con sus pasajes comprados.
¿Feliz Año Nuevo?, yo diría que es un
nuevo año vestido de harapos, que para fingir su miseria se bebió champán y se
degusto pavo, pero sin sabor a nada.
Año 2021, solo son números. No significa
nada a la población. Seguirán trabajando desde este 01 de enero hasta el tiempo
en que la capacidad física y mental se lo permitan. Pasarán muchos años viejos,
y se festejará otros años nuevos, a la par, que eso conllevará más arrugas en
la frente, y el cabello se tornará blanco igual a la nieve.
Seguiremos trabajando con nuestras
lampas, nuestro martillo, el micrófono, el delantal de cocina, el escritorio,
los libros de leyes, y cuando el agotamiento toca las puertas de nuestra
cansada humanidad, igual como el boxeador, arrojaremos la toalla en señal de
rendición. Entonces pediremos nuestro sillón y sandalias para descansar y
esperar. Se ofreció resistencia, más no se evitó que el árbitro nos declarará
KO.
Yo, a mis 83 años, me resisto a
claudicar. No señor, abriré mi puesto de venta de diarios en Chincha, y seguiré
atendiendo a mis clientes, aun cuando sean periódicos de ayer. Madrugarê igual
como lo hacen mis compañeros canillitas. Nada más gratificante para mí cancelar
la cuenta de mi almuerzo con lo ganado con mi esfuerzo, y dejar todavía la
propina al mesero.
Cuando llegue el momento de arriar la
bandera, el kiosko cerrará, pero allí arriba seguirá el letrero que dice:
"Donde 22 leen y solo 2 compran. A consecuencia del sismo, los 2 que
gastaban se fueron al cielo. Señor, por qué no te llevaste a los que leen
gratis".
Pediré a mis hijos que no coloquen ese
aviso que da escalofrío "Cerrado por duelo", pero sí me agradaría uno
que sea lea así "Raúl se fue de parranda".
Dentro de este sombrío panorama que
atravesamos, como que nos vamos arrastrando entre espinas en busca de un
ansiado bienestar familiar, una buena salud implorada a gritos a la Corte
Celestial y, por qué no, al alcance de un amor que se va perdiendo en el
horizonte de nuestra soledad.
Raúl Sotelo Lévano DNI.
21794400
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