sábado, 10 de octubre de 2020

El Papa Francisco envía un fraterno saludo al pueblo peruano en este mes de octubre.

 A través de una carta dirigida a Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, el Papa Francisco envía un fraterno saludo al pueblo peruano en este mes de octubre. Compartimos las palabras del Santo Padre y nos unimos a su oración por el Perú.

A su Excelencia Reverendísima

Mons. Carlos Castillo Mattasoglio Arzobispo de Lima

Querido hermano:

Al inicio del “mes morado”, en el primer sábado de octubre, día de la tradicional procesión con la imagen del Señor de los Milagros, me dirijo a ti, conectado virtualmente con los hermanos Obispos del Callao, Chosica, Lurín, y Carabayllo, junto al santo Pueblo fiel de Dios, para elevar sus oraciones al Crucificado implorando su misericordia y el cese de la pandemia que aflige también a esa querida tierra.

En la ciudad de Lima, como en todos los demás rincones del Perú, el mes de octubre está marcado por la especial veneración al Señor de los Milagros. Jesús crucificado, fijo e inmóvil en la cruz, no por la fuerza de los clavos, sino por su amor infinito, es la prueba más linda del amor de Dios hacia el amado pueblo peruano. Se muestra como el “Emmanuel”, Dios-con nosotros que, silencioso. Sale al encuentro de su gente para darle vida y consuelo, y abarcarlo en el brazo inmutable de su misericordia y perdón. Durante 332 años el Pueblo de Dios, unido a sus Pastores, ha acompañado al Crucificado, con devoción y esperanza, en el largo cortejo por las vías de la capital. Este año la procesión no podrá salir por las calles, pero esto no impide que el Señor realice el milagro de llegar a los millares de corazones bien dispuestos que con  fe sencilla reconocen que Dios hecho hombre continúa recorriendo junto con sus hermanos y hermanas el camino doloroso de cada época, y sigue compartiendo la incertidumbre y el sufrimiento de todos, especialmente, de los más pobres, excluidos y descartados.

Me conmueve pensar en las duras pruebas que tantos hermanos y hermanas nuestros deben enfrentar a causa del virus, que no solo afecta a la salud, sino también a sus vidas, aumentando las injusticias, los sufrimientos, las incomprensiones que golpean su dignidad personal, sin distinción de pertenencia religiosa. Ante la consternación y la sensación de impotencia que golpea a todos, sin acepción de personas, me gustaría animarlos a mirar una vez más al Señor, Él no nos abandona; nos llama y nos abraza con un amor infinito que nos cura, nos conforta y nos salva.

Les aseguro mi oración y cercanía espiritual, y mientras los confío a la misericordia del Señor de los Milagros y al cuidado maternal de la Virgen de los Dolores, les imparto la bendición apostólica como signo de abundantes gracias divinas.

Y, por favor, les pido que no se olviden de rezar por mí.

Fraternalmente,

                                                 Francisco

Roma, San Juan de Letrán, 1 de octubre de 2020

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