“Me decían
que era negro y no valía nada “; “No saben lo doloroso que es, que te recuerden
todos los días que eres negro y que no vales nada “La primera frase pertenece a
Lilian Thurán, futbolista senegalés de
color que venció al racismo, la segunda al actor nigeriano Jhon Boyega; ambos
marcados por la discriminación.
No cabe duda
que el racismo y la intolerancia son hesitaciones frecuentes en toda sociedad.
En el 2011 el noruego Anders Behering en la ciudad de Oslo explotó una bomba y
mató a 77 personas tan solo porque no eran de su raza. En marzo del 2019 un
supremacista australiano ingresó a una mezquita en Nueva Zelanda y mató a
balazos a 50 personas judías.
Hace poco el
mundo se enteró de la muerte de George Floyd asesinado por asfixia por un
policía blanco de EE UU. Desde luego que la reacción llegó en menos de lo que
´canta un gallo´ al punto que Donald Trump tuvo que refugiarse en su bunker,
temeroso de que la turba enardecida queme la casa blanca. Pero este acto de
racismo no es de ahora, es de siempre, Lo que no se entiende es como, en pleno
siglo XXI, en el país que se jacta de ser el más poderoso, democrático y más
“culto” del planeta ocurran sentimientos de desprecio o rechazo a individuos de
raza diferente. La supremacía blanca siempre ha maculado a los negros que son
gente ´birriosa´, que todo lo negro es malo, es lo peor, es una raza de quinta
categoría, tanto así que cierta vez el hoy desaparecido y más grande boxeador
de todos los tiempos Casius Clay se preguntaba. - jocosamente. - ¿Porque solo
lo blanco es bueno?; ¿Por qué Dios es blanco?; ¿Porque papá Noél es blanco
¿Porque siempre las reinas de belleza siempre son blancas? Hasta los ángeles
son blancos, hasta Tarzán lo es, hasta el presidente norteamericano tiene su
casa blanca.
En cambio,
todo lo oscuro es malo, es la muerte, hasta el gato negro. -decía- trae mala
suerte. Nunca se acabarán esos estereotipos. La élite blanca siempre ha
predicado un ideal imaginario y fascista que se proclama una raza superior. No
les cabe en su seso que todos los seres humanos son iguales y, que inclusive
algunos hombres de color han sido superiores a ellos.
Martin
Luther King el más grande pastor y activista por los derechos civiles ; Barak
Obama el primer presidente negro de EE
UU.; Nelson Mandela, premio nobel; Condezza Rice, diplomática y secretaria de
estado; L. Armstrong y Bob Marley músicos extraordinarios; Pelé, el mejor
futbolista del mundo; Muhammad Ali, el más grande boxeador de la historia; los
atletas Jesse Owens.- que humilló a los nazis en Berlín.- y el jamaiquino Usain
Bolst los más veloces del planeta .Todos ellos hombres de color que alcanzaron
la gloria .Los 4 últimos vieron en el deporte el esperanto de las razas.
Mención aparte merecen la indígena Rigoberta Menchú, premio nobel de la Paz y
la joven judía Ana Frank.
El Perú nos
es una excepción, pues olvidando que somos un país multiétnico donde existen
todos los estatus social (negros, cholos, indios, blancos, zambos, mulatos,
bachinches, gringos, chinos, japoneses, etc.) siempre ocurren actos racistas,
sino recordemos como hace algunos años a un futbolista de color en pleno
estadio, unos hinchas furiosos le arrojaron, como burla, plátanos tan solo
porque le anotó un gol a su equipo o también declaraciones racistas de la élite blanca como cuando un
político “pituco” con un prejuicio bárbaro y en el summum de la procastinación
señaló .- refiriéndose al actual
mandatario.- que gracias a él se le dio cabida en la plancha presidencial.- a
un provinciano que solo fue gobernador de una pequeña región y que tenía una
visión limitada del país y sacando “pecho” de su supremacía blanca añadió que
se le dio ese lugar tan solo para que el país vea que en la lista presidencial
existía un “cholo” provinciano. Estas expresiones majaderas de un “político
blanco” tienen efectos racistas porque la etnia de un ser humano no debe
emplearse con frases discriminatorias por quien tiene ideas o conceptos
“blancos”. Igual ocurre en ciertos grupos sociales que nos “cholean” o
“negrean”. Hasta cuando hablamos nos discriminan utilizando el castellano como
bazuca de discriminación como si el idioma que hablamos y la forma de hacerlo
nos diferencien o enerve nuestros derechos frente a los demás. Frases como
“sácate el mote”, o quítate el “dejo andino” son expresiones racistas, pero esa
élite “culta” no se mira en el espejo, son los puristas del lenguaje porque
nadie se atreve a endilgarle sus propios solecismos.
Cuando será
el día que dejemos de considerar a la raza negra o indígena como un baldón como
si los cholos, negros, judíos mestizos o indígenas fueran una raza ardite. O
tal vez nunca se cumpla el discurso de “tengo un sueño” de Martin Luther King
que veía a los niños blancos y negros cogerse de las manos como si fueran
hermanos, solo queda mitigar los sufrimientos y tener presente la
histórica frase de Ana Frank: "Mientras puedas mirar al cielo sin temor,
sabrás que eres puro por dentro y pase lo que pase volverás a ser feliz".
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