lunes, 18 de marzo de 2019

Ponte linda bombón Por: Raúl Sotelo Lévano



Que tragedia es para el hombre dirigir este dulce piropo a su pareja como paso previo a una noche romántica, y comprobar, aterrado como ella, rompiendo todos los esquemas, luce esos horribles ruleros en la cabeza y con el rostro embadurnado con una espesa crema amarilla dejando al descubierto unos ojos delineados con un tinte verdoso. En el colmo de su descaro pregunta: “¿cómo me ves mi amor?”
  Si nuestras furibundas miradas dispararan dardos venenosos, ella sabría la respuesta de inmediato. Pero nos contenemos pensando en los niños que quedarían huérfanos de su madre.
¿Qué hacer ante la presencia de esta figura repelente como salida de una película de terror? Pues coger la almohada e irnos a la sala y echarnos en el sillón, mil veces mucho mejor que dormir al lado de esa cosa escapada de una tormentosa pesadilla.
Al día siguiente la señora reclamará airada “es que no me tienes paciencia”, ¿Paciencia?, por favor; en el mundo no existe ningún héroe suicida que duerma con una sonrisa de complacencia al lado de una maniquí pintarrajeada, y, todavía vestida con una larga bata negra con botones y cierre relámpago como medida de seguridad, según ella como precaución, en caso fuera víctima de acoso. Ni loco para tocarla siquiera.
“Ponte linda bombón”, es un pedido cargado de intensa galantería que se le hace a una mujer antes de salir a un compromiso social, o, a cenar en un restaurante de categoría, alumbrados por dos velas escuchando a Frank Sinatra, o simplemente, engullir panes con torrejas de pescado al pie de una carretilla.
Ella se esmerará coquetamente en lucir todos sus encantos. Se soltará su espléndida cabellera rizada, un toque de rímel en los labios, aretes del mismo color de sus zapatos, y un impactante vestido rojo rubí. Es decir, un verdadero monumento de mujer, un apetitoso bombón, casi igual a la dama de la foto de abajo.






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