Que tragedia es para
el hombre dirigir este dulce piropo a su pareja como paso previo a una noche
romántica, y comprobar, aterrado como ella, rompiendo todos los esquemas, luce
esos horribles ruleros en la cabeza y con el rostro embadurnado con una espesa
crema amarilla dejando al descubierto unos ojos delineados con un tinte
verdoso. En el colmo de su descaro pregunta: “¿cómo me ves mi amor?”
Si nuestras furibundas miradas dispararan
dardos venenosos, ella sabría la respuesta de inmediato. Pero nos contenemos
pensando en los niños que quedarían huérfanos de su madre.
¿Qué hacer ante la
presencia de esta figura repelente como salida de una película de terror? Pues
coger la almohada e irnos a la sala y echarnos en el sillón, mil veces mucho
mejor que dormir al lado de esa cosa escapada de una tormentosa pesadilla.
Al día siguiente la
señora reclamará airada “es que no me tienes paciencia”, ¿Paciencia?, por
favor; en el mundo no existe ningún héroe suicida que duerma con una sonrisa de
complacencia al lado de una maniquí pintarrajeada, y, todavía vestida con una
larga bata negra con botones y cierre relámpago como medida de seguridad, según
ella como precaución, en caso fuera víctima de acoso. Ni loco para tocarla
siquiera.
“Ponte linda bombón”,
es un pedido cargado de intensa galantería que se le hace a una mujer antes de
salir a un compromiso social, o, a cenar en un restaurante de categoría,
alumbrados por dos velas escuchando a Frank Sinatra, o simplemente, engullir
panes con torrejas de pescado al pie de una carretilla.
Ella se esmerará
coquetamente en lucir todos sus encantos. Se soltará su espléndida cabellera
rizada, un toque de rímel en los labios, aretes del mismo color de sus zapatos,
y un impactante vestido rojo rubí. Es decir, un verdadero monumento de mujer,
un apetitoso bombón, casi igual a la dama de la foto de abajo.
0 comentarios:
Publicar un comentario