POR: OSCAR VELIT
BAILETTI ESPECIALISTA EN SEGURIDAD CIUDADANA
La violencia
escolar es una dificultad de tipo Psicosocial, que se constituye y se transforma
constantemente mediante variables de tipo social, político, económico,
cultural, etc.
Es un problema global que requiere de una comprensión
integral, ya que el conflicto es complejo, y no se puede pensar como unidades
separadas, aisladas unas de otras.
Tenemos que emprender acciones preventivas y efectivas
que no podemos aplazar. La situación actual nos indica que no podemos esperar;
es una necesidad que se extiende a la sociedad, Por lo tanto, hay que empezar a
aplicar programas de prevención teniendo en cuenta las diversas incidencias del
problema. Capacitar a los maestros para detectar si hay indicadores de
violencia o maltrato, brindarles herramientas para que aprendan a abordar estas
situaciones de manera conjunta con el equipo interdisciplinario correspondiente
a fin de actuar como una red de sostén y acción sobre esta problemática. Y
un trabajo con los padres será la
concientización de esta problemática que se encuentra en auge hoy en día, y la
importancia y necesidad de su participación a fin de brindar un acompañamiento
en la educación de sus hijos de una manera en la que se puedan integrar las dos
vías de educación: la familiar y la escolar. Realizar diversas encuestas
dirigidas a los alumnos, a los padres, y a los docentes y directivos de la
escuela acerca de la percepción respecto a la violencia escolar. Estas entrevistas
se realizaran bajo un encuadre diferente y no de evaluación para no despertar ansiedades
y sesgos en las evaluaciones.
Así que cuidaremos del momento en que se realicen, se
harán luego de haber generado un clima de confianza y conciencia acerca de la
problemática a trabajar en el proyecto. Las encuestas serán anónimas. (Estas
encuestas deben evaluarse y modificarse de acuerdo al contexto en el que nos
encontremos).
Recientes
estudios procuran establecer el vínculo entre el maltrato en el hogar y su expresión
en el ámbito escolar. Especialistas han demostrado que las víctimas de padres
agresivos en cuyos hogares prevalece la desatención, y en los que existe un
ambiente de escaso apoyo, son proclives con frecuencia a
recurrir a expresiones de violencia reactiva o proactiva, que pueden derivar en
la victimización de otros menores con los que están en contacto cotidiano en la
escuela. Muchos de los menores que han
sufrido maltrato suelen ser violentos con sus pares. Este problema existe en
cuatro de cada diez hogares en donde residen niños y adolescentes: predomina el
maltrato emocional, en tanto que el abuso sexual en la casa aparece en una
proporción marginal.
Las relaciones con padres y con maestros muestran
señales de conflicto. Es notable que sólo un poco más del 50% de las y de los
adolescentes recurra a sus padres cuando se encuentra en problemas. Los datos
también indican que menos de la mitad de los alumnos se siente tratada con
calidez por sus profesores, y que sólo un poco más de la cuarta parte en el
caso de los varones, y de una quinta parte en el de las adolescentes,
recurriría a un profesor en caso de encontrarse en dificultades. Las
indagaciones realizadas muestran que la mayoría de las situaciones de abuso o
de hostigamiento sexual ocurre entre los propios alumnos, y, en una proporción
menor, se ven involucrados maestros o trabajadores no docentes.
Un proceso de consulta
a niñas, niños y adolescentes llevado a cabo, rescata las preocupaciones
de los niños en torno a la violencia en la escuela, en la familia, en las
instituciones y en la comunidad. Los menores también sugieren acciones para
detener la violencia:
«Que los grandes, las autoridades, las instituciones
nos escuchen; que haya más diálogo.
Orientación a los padres sobre temas de violencia, que
les informen, que les digan qué no es bueno, que les den consejo.
Con educación, con respeto, con esfuerzo [...] que los
psicólogos, la policía, los maestros nos defiendan y ayuden»-
Señores autoridades los jóvenes necesitan de nosotros.
Ellos
revelan la
inquietud de los niños y de las niñas por participar, así como su necesidad de
ser protegidos por las autoridades civiles, educativas y policiales. Las
direcciones de educación serán responsables de coordinar acciones de prevención
del delito y las adicciones en los planteles escolares»
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