Con violín, sonaja, zapateo y coplas se
celebra la navidad en Huachos (Castrovirreyna, Huancavelica). Es una danza que
refleja alegría, júbilo y devoción; pero, también, en su fase final, mucha
nostalgia. La lluvia no impide ni incomoda el desarrollo de la festividad.
Las cuerdas del violín
producen un sonido melodioso que hace zapatear a niños y adultos; los varones
acompañados por la sonaja; las damas con azucenas de papel lustre. Son
diferentes los tipos de zapateo; en la Noche Buena prima la fuerza y
consistencia del zapateo grupal; en el Atipanakuy o competencia, resalta la
elegancia y el zapateo individual. Las coplas son versos que celebran el nacimiento
del Niño Dios; pero, también, cantan con tristeza profunda a los ausentes; implorando
siempre, al Santo Patrón del pueblo, San Cristóbal.
La fiesta inicia el 21 de diciembre con
el Juyñupampa. Es una noche de ensayos. Roque Salvatierra, conocido como “Resistencia”,
era el personaje central.
El 24 de diciembre,
Noche Buena, es la Noche del Encuentro entre dos grupos que compiten representando
a los mayordomos y chavineros o Barrio Arriba y Barrio Abajo. Durante toda la noche los danzarines
acompañan zapateando al Niño Dios. El recorrido es desde el pesebre, casa de la
familia Gálvez ubicado al extremo del pueblo, hasta el atrio del templo. A
mitad de recorrido hay un encuentro o Chasqui, que consiste en demostrar cuál
de los grupos zapatea con mayor entusiasmo y fuerza. El quemadito, licor preparado en base a pisco
y hierbas, abriga y alienta a danzantes y acompañantes.
El 26 de diciembre es el día del
Atipanakuy, día del Encuentro en el centro de la Plaza. Con elegancia, prosa y
ritmo compiten, en los últimos años, los dos barrios del pueblo. Uno a uno van
saliendo al ruedo los danzantes. Primero es una competencia entre damas, no más
de cinco por barrio; luego, los varones. Hay una habilidad artística para
zapatear, además de una atención auditiva al sonido del violín. Zapateo sin sonaja
no es zapateo. Cada personaje en competencia
realiza tres zapateadas.
Los vestuarios de los
danzantes no eran definidos. Siempre mostraron espontaneidad. Pero, en los
últimos años, se está volviendo rígidos, formales. Se presentan uniformados con
poncho o guardapolvo de un solo color.
El lenguaje durante
toda la fiesta juega un rol básico. Hay términos que marcan el paso; otros, sufren
trastrocamientos; y, algunos, son simples interjecciones. Al policía le dirán
“delincuente”; al maestro o estudiante universitario, “ignorante; al aficionado
por lo ajeno, “honrado”. Las frases que
convocan a que el danzante preste atención se repite, una y otra vez: ¡Gasilay! ¡Gasilay!, ¡Oído viejo!, ¡Vicuna!
¡Vicuna!, ¡Quilusin! ¡Quilusin! ¡Vuelta camarón! En el recorrido por los
diferentes espacios y calles, resalta, como dándose valor, la interjección: ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!
La celebración de
navidad concluye cuando los danzarines, luego del atipanakuy, recorren las
calles y, entre zapateo y zapateo, cantan en coro diversas coplas, unas más
triste que las otras.
“Adiós, adiós,
pueblo de Huachos
adiós, adiós
las buenas pascuas”
Todos cantan en círculo. Algunos llorosos.
Alargando algunas vocales.
“Como yo no
tengo a nadie
sólo miro
a la tumba de
mi madre
¡hay que triste
había sido!”
El punto final de la fiesta es la
invocación al Santo Patrón:
“San Cristóbal
de Huachos
bendice pues a
tus hijos
diciendo que
regresen
al otro año
como hoy día”
Diciembre,
2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario