IV
A
la memoria de don Luis Edecio Tolmos Marcos
Padre, hoy te busqué
en el
desierto de mis recuerdos
y en el oasis de mis más dulces
memorias yo te vi.
Me senté a tu lado como ayer,
como entonces...
¡Qué hermosos días... qué
comunión nuestra!
Hoy sentí tu presencia,
aplacando el dolor de tu
ausencia,
explicando la ecuación que
iguala la vida con la muerte,
o una inecuación en la que la
razón vence a la suerte
y el dolor de la ausencia quiere
vencer al dulce recuerdo de tu
presencia.
Hoy volteé una página y otra y te
busqué entre operaciones y
problemas,
sentí tu mano en la mía y vi el
lápiz delineando números y
teoremas.
Padre, maestro... tus ojos
brillaban, tu sonrisa era dulce,
era tierna.
Tu voz un susurro que me decía,
"es fácil, es un juego, tú puedes,
no temas".
Hoy, padre mío te extrañé más que
ayer pero te tuve...
te tuve, te sentí y caminaste
conmigo por cada enigma
dándome respuestas por
cualquier camino que anduve
sacando de los números eso que
para todos es estigma.
Hoy, padre mío, como antes,
como ayer, como siempre,
te busqué y aún entre la
penumbra del recuerdo
y las lágrimas de febrero a
noviembre
te encontré... te encontré en el
mejor lugar de mis recuerdos.
¡Te amo, papito Lucho!
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