Ya
han algunos días desde que hemos dado cristiana sepultura a nuestro querido P.
Federico Mata Ubierna, al recordarlo la mente y el corazón se nos llenan de
recuerdos. Recuerdos que nos demuestran que Dios se manifiesta a través de personas,
que con su entrega generosa a su servicio hacen visible el amor de Dios en nuestras
vidas; pero quién es el P. Federico.
Nuestro querido misionero del Sur nació
el 26 de junio de 1935 en Celadilla Sotobrín, provincia de Burgos, España. Su
familia bastante numerosa se caracterizó por ser sencilla y humilde, pero sobre
todo con valores cristianos bien arraigados.
Durante su niñez y adolescencia estudió
en las escuelas apostólicas que los padres vicentinos dirigían en las diversas
provincias españolas. Ingresó a nuestra congregación el 25 de septiembre de
1952 y fue ordenado sacerdote el 08 de septiembre de 1961.
Después de su ordenación fue enviado al
Perú como misionero. Su primer destino fue la casa provincial, luego fue enviado
a Chincha, donde estuvo durante 25 años, allí estuvo por dos periodos, uno de
doce y el otro de trece, el intervalo entre ambos estuvo en Pisco. Posteriormente
fue destinado a la parroquia-seminario “Nuestra señora de la Asunción” en Miraflores;
su último destino fue la comunidad del “seminario de Belén” donde acompañó a la
formación y animó a la comunidad desde la responsabilidad de ser superior de la
casa de formación.
El P. Federico durante sus 54 años de
sacerdocio se caracterizó por una entrega generosa a la congregación, a la
Iglesia y al pueblo de Dios. Los que lo conocimos podemos decir que era como un
niño grande, porque siempre mantuvo la alegría que produce el encuentro del con
Jesús.
Su experiencia del encuentro con Jesús
en la oración nos enseñó que nuestra vida tiene que estar centrada en
Jesucristo, que de él emana toda nuestra fuerza y vigor para continuar en el
camino trazado por Jesús.
Durante todo el tiempo que lo conocí
puedo afirmar que vivió las enseñanzas del evangelio “lo que habéis recibido
gratis, dadlo gratis”. Esto lo digo porque
mis primeros años de formación fueron acompañados por el P. Federico, quien con
su ejemplo nos dio grandes enseñanzas, él era el primero en llegar a la capilla
para la oración, todos los días rezaba el rosario por la mañana, pero sobre
todo se preocupaba por nosotros pregúntanos constantemente cómo estábamos y
cómo estaba nuestra familia.
Esta experiencia gratuita de Dios la
supo compartir con cada uno de nosotros.
Nunca dejó de amar a su queridísima
Chincha, gran parte de su corazón se había quedado en esta tierra maravillosa.
Durante los 25 años que estuvo en nuestra ciudad se desvivió en trabajar por la
parroquia y todas sus comunidades. Fue el fundador de muchos grupos y animador
de los grupos que recién se empezaban a formar. Una nuestra de esta infatigable
labor es el Movimiento de Cursillos de Cristiandad, la Catequesis Familiar,
etc.
Recuerdo las pláticas que te-nía con él
cuando me contaba cómo fue que se consiguió construir el interior del templo y
el complejo Medalla Milagro-sa de la parroquia santo Domingo de Guzmán. Sus
recuerdos eran interminables, siempre tenía algo que contar acerca de Chincha.
Gracias Fede, como cariñosamente te
llamaba, por tu entrega, por tus consejos y por todo lo que hiciste por
Chincha. Gracias por habernos dejado un legado de amor, pero sobretodo, gracias
por tu fidelidad a la vocación vicentina a la que Dios te llamó, esto se
concretiza en sus 64 años de vocación vicentina y sus 54 años de sacerdocio.
Sabemos que Dios ya te tiene junto a él,
eso nos alegra y conforta para continuar en este camino de encuentro con el Señor.
Hasta la eternidad Fede.
Hno.
Bryan Palomino C.M.
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