Manantial de
amor
- De Abelardo Alva Maúrtua.-
- 11 de mayo de 1924-
Hoy el poeta con la fe del niño.
con el mismo sentir de aquellas horas
en que era su alma como flor de armiño
y su existencia, al material cariño,
era un hermoso renacer de auroras,
busca en su corazón flores sencillas
con divinas fragancias de pureza;
esconde emocionado su tristeza
y postrándose, humilde de rodillas
va a esparcirlas uncioso, mientras canta
con los fervores que en su pecho
encierra;
Flor y canción para la Madre Santa,
predilecta de Dios sobre la tierra:
Madre! ¡Cuán grata voz! Cuan
suave aroma !
Expresión del amor casto y profundo;
magna palabra que, si al labio asoma,
con ser solo una voz vale un idioma,
y que con ser tan breve vale un mundo.
Madre! Excelsa mujer cuya
excelencia
siempre es el sacrificio;
que si implora clemencia
en ardiente plegaria; al Dios Propicio
no es orando por sí, por su existencia
que para ella no hay mas
fuertes lazos
que el niño dulce y bueno
que llevó en el santuario de su seno
y adurmiera después entre sus brazos.
Madre! Mujer bendita,
la que
sabe
en sus horas nubladas de amargura
convertir el gemido en canto de ave
y el sollozo en sonrisa de ternura
y, ahogando su dolor en noble calma,
transformar el acervo de sus penas
en un ramo de blancas azucenas
tan puras como su alma.
Madre! Sol de alegría y de consuelo;
manantial
desbordante de cariño………
El ángel que custodia al pequeñuelo
es, sin duda, una madre que hasta al
niño
desciende, presurosa, desde el cielo.
¡Qué inefable impresión! Qué dulce
hechizo
se aspira al pronunciar tan bello
nombre!
Cuando Cristo salvar al hombre quiso
una Madre
Doliente fue preciso.......
¡ y así logró su redención el Hombre!
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Ay! infeliz; de aquel, que
en sus angustias
se siente abandonado;
y ve sus ilusiones rodar mustias,
y ve su corazón crucificado,
y ve de un hondo abismo
abrirse ante sus pies la boca oscura,
y duda de sí mismo,
y duda hasta de Dios en su locura,
y no encuentra, en sus ansias quien
intente
convertir en rosales sus abrojos,
ni una voz de piedad en su agonía,
ni un grito que al decirle:¡Hijo,
detente!
le haga caer, con gratitud, de hinojos,
clamando sollozantes: ¡Madre Mía!
Venturoso de aquel que ante su duelo
cuando la garra del pesar le alcanza,
puede oír tierno acento de consuelo
y el arrullo escuchar de la esperanza
que trueca, las tormentas en bonanza
haciendo revivir la fe en el Cielo!
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Salve, santa Mujer, la que prefieres
que el Dolor solo a Tí hiera y taladre,
Eres Vida y Dulzura y Perdón eres,
y bendita entre todas las mujeres
predilecta de Dios, porque eres madre!
Poema
ganador del Concurso: “La Madre” el 11 de mayo de 1924, en el Teatro Municipal,
leído por su autor don Abelardo
Alva
Maúrtua. Del Libro inédito “ Bitácora de Chincha”
Chincha,5,5,2015
Santiago
Perona
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