En
un lugar del Perú…, como si fuese un misterio,
emerge
desde el desierto, vestida con verdes ramas,
una
ciudad muy hermosa a quien ICA, todos llaman.
Antes
que lleguen los Incas a conquistar nuestro pueblo
muy
importantes culturas, florecieron en nuestro suelo
los
Ocucaje, los Chincha…, los Nasca y los Paracas,
pueblos
que con lecciones e impresionantes mensajes
nos
sembraron el camino del trabajo y del progreso
que
nadie puede explicar ¿por qué ahora no seguimos?.
La
majestuosa “Achirana”, cual serpiente milenaria
fertilizando
los campos, discurre fresca y lozana,
y
en los meses de verano, se torna en hermosa playa.
Cuentan
que la hizo el Inca cuando visitó mi tierra,
él
nos vino a conquistar, pero se fue conquistado
por
la castidad y belleza de nuestra Ñusta Isabel.
Arriba…como
un milagro, entre blondas oscilantes,
entre
caprichosas dunas con sus ardientes arenas,
nuestra
bella Huacachina reposa hermosa y serena.
Ella
embruja a los que vienen, tan solo con visitarla
los
sublima con su leyenda, con su paisaje divino
y
los obliga a volver a esta tierra del buen vino.
En
los hogares del campo…, en sus paredes de cañas
coquetas
y pretenciosas, las parras tejen sus ramas
y
en casi todos sus patios, florece hermoso guarango.
Hay
surcos en la tierra y en el rostro de nuestro cholo
pero
a diario y siempre contento, laborioso y altivo
contempla
embelesado, el paisaje de nuestro suelo.
Por
eso los que acá llegan, por circunstancia cualquiera,
quedan
convertidos pronto, en adoptivos hijos iqueños,
aquí
forman sus dulces nidos, y no quieren irse jamás.
Por
eso le canto a Ica, con gratitud y con regocijo,
Pero
con humildad les pido, o enérgico les exijo,
que
la mantengamos bella y la queramos como hijos.
José Castro Silva
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