Raúl Sotelo
Los tres desfiles
consecutivos efectuados en el centro de la ciudad, al decir del locutor, tenían
el membrete de desfile cívico-escolar. O sea, fue una actividad conmemorativa
por nuestro aniversario, teniendo como únicos actores principales a los escolares
de los niveles Inicial, Primaria y Secundaria. El resto, lo conformaban el
público asistente, autoridades invitadas, y los encargados de cuidar el orden.
Como salido de la
penumbra de lo insólito, se anunció por los parlantes que un miembro de la
Policía Nacional iba a solicitar al Gobernador la autorización correspondiente
para dar paso al desfile escolar. En efecto, el uniformado portando su espada
se cuadró militarmente delante del palco oficial y con voz estentórea pidió “Señor
Gobernador, pido permiso para iniciar el desfile”. Una voz apenas audible salió
desde lo alto “Permiso concedido”.
¿Qué autoridad ordenó la
consumación de esta parodia? Si era una parodia y risible que rozaba con lo ridículo.
Me pregunto ¿qué
atribución tenía la policía para pedir permiso e iniciar un desfile que no era
el suyo, y qué el Gobernador para concederlo sin derecho alguno, cuando tal
actividad pública tenía el sello inconfundible de un desfile cívico-escolar?
Para decirlo más crudamente, los escolares no necesitaban de ninguna autorización
para marcar el paso. Si estaban en la plaza de armas correctamente uniformados
era porque iban a marchar y nadie se los iba a impedir, ni menos pedir permiso
a nadie. Tenían plena autonomía para dar el primer paso.
Pongamos las cosas en su
debido casillero: la Policía Nacional estaba allí para cuidar el orden, y el
Gobernador era un invitado más dentro del grupo selecto instalado en la
tribuna. En esos momentos los jóvenes de ambos sexos eran los únicos dueños de
la pista de desfile.
Para el futuro, no
convirtamos los desfiles cívico-escolar en prácticas de corte policial o militar,
que tienen sus propios métodos y reglamentos, incluyendo permisos de acuerdo a
los grados de subordinación.
“Señor Gobernador, pido
permiso para sentarme junto a usted y presenciar cómodamente el desfile”.
“NI LO PIENSES”.
Otrosi digo: En un
pasaje de la película “La caída de la Casa Blanca”, se ve al Presidente de los
Estados Unidos, representado por el actor Jaime Foxx, recorriendo un túnel
construido por debajo del grandioso edificio, huyendo de sus enemigos que había
tomado por asalto la Casa Blanca. En tal circunstancia, le confiesa a un agente
del Servicio Secreto que lo acompañaba, que ese túnel lo usaba el otrora
presidente John F. Kennedy para hacer ingresar de forma clandestina hasta su
aposento a la rubia Marilyn Monroe, con quien sostenía un encendido romance.
Se dice que el
Presidente Kennedy reveló a su amante datos confidenciales secretos, y que en
buena cuenta comprometía hasta el cuello a personalidades de la banca y de la
política estadounidense. Como ella estaba dispuesta a revelarlos es que
ocurrió su muerte en
circunstancias extrañas que hicieron suponer fue víctima de un atentado
criminal por parte de los posibles involucrados.
Fiel admirador de ella,
próximamente viajaré para colocar rosas rosadas, que eran de su predilección,
al pie de su tumba.
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