Raúl Sotelo Lévano
La ingratitud y la ceguera política es ya una enfermedad
incurable en casi todos los que desempeñan una función pública en esta provincia.
Sabido es que luego del terremoto que nos arrinconó a todos
contra el muro de la desesperación y la desolación, recibimos numerosas
donaciones provenientes de dentro y fuera del país. Entre ellas, descolló nítidamente
la que proporcionó el gobierno de Venezuela. Su Presidente, el siempre y
recordado Hugo Chávez Frías, envió una comitiva para que efectúe una evaluación
de los daños y socorrer de inmediato a los damnificados. Fue así como se construyó
100 casas destinadas para los que perdieron todo, y que hoy tales viviendas
constituyen una urbanización denominada Simón Bolívar.
César Carranza Falla, con quien jamás he cruzado una sola
palabra por si algún despistado crea que esta nota es una publicidad para él, a
título personal y sin siquiera consignar que es el Teniente Alcalde Provincial,
en un aviso publicado en el Diario “Verdad del Pueblo”, él agradece en nombre
de todos los chinchanos, la solidaridad del gobierno venezolano para con los
damnificados del sismo. No nació en esta tierra, pero igual la considera suya.
Gesto como éste, inusual en nuestro medio, donde abundan
los mediocres con títulos de representación, enaltece a su autor y dice mucho
de su enorme sensibilidad humana.
Otrosí digo: A raíz del nombramiento del nuevo Papa, es
necesario llamar las cosas por sus nombres y no confundirlas. La Iglesia
Católica es una institución, un ente de origen divino, compuesta por organismos
legislativos, administrativos y judiciales.
Pues bien, entonces ¿por qué llamar iglesia al templo donde
se ofician los servicios religiosos todos los días? Siempre se escucha decir “voy
a la iglesia a escuchar misa”. No es así.
El templo es la parte material, es el local donde los
fieles acuden a orar, y la otra, la Iglesia Católica, es la institución que
rige el catolicismo a nivel mundial con el Papa a la cabeza.
Una cosa es la guitarra y la otra es el cajón ¿Okey?
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