Padre
Santiago cumplió 48 Años de Orden Sacerdotal
El
Padre Santiago Calle Santos, Vicario General de la Diócesis de Ica, Párroco de
Santo Domingo y Párroco de Fátima; cumplió el Viernes 29 de los corrientes, 48 años como sacerdote.
Pues fue ordenado el 29 de Junio de 1964. Estudió en el Seminario Mayor
Diocesano de Palencia. Nació en Pîno del Rìo, Palencia, España. Todavía retumba
en sus oídos estas palabras: “SANTIAGO, ERES SACERDOTE PARA SIEMPRE.” Lo que
agradece mucho a sus padres pues a ellos les escuchaba siempre conversar en el
hogar de Dios y de la Santísima Virgen María, rezaban el rosario en familia
todas las noches, leían pasajes de la Biblia y asistían a misa y comulgaban. Su
papá el señor Severiano, trabajaba como pastor cuidando un rebaño de ovejas propiedad
de otra persona, cuyo salario era de dos panes y ochenta kilos de trigo. Su
mama la señora Crecenciana trabajaba como obrera en el campo y se dedicaba a
las labores del hogar por lo que nunca tuvo la oportunidad de aprender a leer y
escribir.
No fue fácil para él llegar a ser
sacerdote donde uno de los principales obstáculos era el dinero para costear
sus estudios, pues nació dentro de una “pobreza profunda” como lo ha sabido
expresar, dónde cada vez que le viene a la mente; se le aguan los ojos y
compara el hoy y el ayer donde muchas veces faltó el alimento en su mesa pues
eran una familia numerosa, era el menor de nueve hermanos. “Como quisiera que
vivieran mis padres y hermanos para poder ayudarles”. Son sus palabras.
A los once años de edad probablemente
por la curiosidad y por seguir a sus dos mejores amigos que un año antes se
habian ido, se fue al seminario Franciscano de Guadalajara donde durante cinco
años estudio con “ganas”, en este tiempo nunca vio a sus padres ni hermanos, sólo se comunicaban
por medio de cartas donde contaba que era “muy feliz”. Y dado que sus padres y
hermanos no contaban con los medios económicos para llegar a visitarle. También
hasta en vacaciones prefería quedarse con sus amigos que ya sumaban para ese entonces
dieciocho y cuenta que conformaron un “equipazo” de futbol, donde narra que rompía
muchos zapatos jugando. Se lo imaginan ustedes
jugando al futbol y sabiendo que no le gustaba perder.
Luego seria llevado a un pueblo
de Ávila llamado Arenas de San Pedro donde se encontraba el noviciado de los
Franciscanos, y que hasta ahora se pregunta como harían sus padres para conseguirle
un pantalón y un saco pues todos irían al noviciado con terno donde todavía se
acuerda que le enviaron un terno de color azul con rayas negras que lo hicieron
muy feliz, expresando: ¡gracias papá!, ¡gracias mamá! Para entonces ya contaba
con una edad de diecisiete años, tenia mucha ilusión, sabía lo que quería y; convencido después de mucha oración que quería
ser sacerdote y franciscano ya que veía en San Francisco de Asís a un santo muy
atractivo para sus deseos en pobreza, pues “sintonizaba” mucho con la pobreza de su
niñez y de su hogar. Sintió mucha emoción también cuando se puso el hábito de San
Francisco después de ocho días de ejercicios espirituales. Recuerda que era después
de la Guerra Civil Española y después de la Guerra Mundial donde el hambre era
fuerte en todos y para todos. Así permanecería seis meses en el noviciado.
Hasta que dado el cargo y la confianza que le habían dado los Padres en el noviciado,
un día “lleno de hambre” dicho en sus propias palabras cogió unas frutas del jardín
sin permiso y cuando se encontraba “saboreándolas” le sorprendió el Padre
encargado del noviciado, donde narra, “fue suficiente para que sin preguntarme
nada, me sacara tarjeta roja, y me echaran a casa”
“Renegué de todo lo que olía a curas,
misas, iglesia”.
Le dolió mucho cuando le dijeron
que Dios no le quería para sacerdote, se reveló, protestó y le hicieron aborrecer
a Dios, a los sacerdotes a la Iglesia.
Que le quedaba. Solo regresar a
casa y así lo hizo, de modo que en el camino iba reflexionando que como en dos días
había determinado de forma egoísta cortar todas sus relaciones con Dios y con
las cosas que el soñaba. ¿Qué iba a pensar su familia? “inmensamente cristiana”, que el único hijo que
había estudiado terminara así; ¿qué le diría a sus padres después de siete años
de no verles?, mil cosas revoloteaban en su mente no supo si el camino se hizo
corto o largo. Lloró de tristeza, de pena, de amargura, de impotencia. Ya no recuerda
o quizás no quiera recordarlo.
Cuando llego a su casa las únicas
palabras que pronunció fueron: “ME BOTARON”-
“No escuche ningún rechazo, ni me
hicieron preguntas” cuenta. Sólo recuerda haber escuchado que su padre le dijo:
“Hijo, pobres somos y ahora serás un
buen labrador o campesino”.
Así, empezaba una nueva vida con
dieciocho años a cuestas trabajando en el campo, arreando vacas, como preparar
el yugo de las vacas regando la chacra, con dos hermanos que emigraban al Perú,
Constancio y Eugenio, y un papá muy enfermo y un hermano lisiado de la columna,
“Paco” que hacia también las veces de cocinero que de una u otra forma ayudaba
en casa y su madre mas anciana que también se dedicaba a trabajar en el campo
como obrera y; a la vez en los quehaceres del hogar todo esto lo obligaba con
un sentido de culpabilidad a esforzarse al máximo, ya que quedaba solo él como
parte del sostén del hogar, debido a que sus otros hermanos habían fallecido
durante su ausencia. De esta forma “aprendí este maravilloso oficio de trabajar
en el campo”, expresa.
Su padre mientras tomaba un descanso
rezaba el rosario y siempre le invitaba “buenamente” a acompañarlo en el rezo.
Él (Santiago) se negaba. Su padre no le insistía. De regreso a casa ya en horas
de la noche al encuentro con su mamá y su hermano “Paco”, volvían a rezar el
rosario y a leer la Biblia.
Santiago aprovechaba de estos momentos
para salir de casa e ir a divertirse con sus amigos y amigas del pueblo. Una de
sus mejores amigas es misionera en África.
Le costó mucho acostumbrarse a
las labores del campo pero ponía todo su empeño por aprender, y tenia que hacerlo
antes de que su hermano Eugenio, quien le enseñaba, emprendiera viaje a Perú,
pues veía con mucha tristeza a su padre postrado en cama ya sin poder moverse
debido al fuerte frio que paso durante muchos años cuidando el ganado de su patrón.
Fue muy difícil para él habituarse
con el trabajo del campo, pero entendió que después de tantos años de estudiar
ya no podía seguir una carrera, tenia que contentarse con lo que hacía, “pues antes
estaban mis padres y mi hermano inválido”, recuerda siempre. Tuvo que olvidarse
de los libros y dedicarse por entero al trabajo en el campo, de esta manera
consiguieron más tierras en “renta”, su papá a pesar de su enfermedad con mucha
paciencia seguía enseñándole.
Así fue transcurriendo su vida
alejado de Dios; hasta que cierto día, una tarde de verano en que se encontraba
con su madre cosechando con el carro de vacas; se oscureció totalmente el cielo
y empezó a llover copiosamente con truenos y relámpagos de tal manera que la única
forma de refugiarse fue la de detener la carreta y guarecerse de la fuerte
lluvia debajo de esta. “Era tan fuerte la tormenta que el agua era abundante y parecía
que nunca iba a parar “. Él seguía protestando y hasta maldiciendo probablemente,
su madre no decía nada. Y cuando dirige su mirada hacia ella vio que movía sus
labios “creo que estaba rezando a la Virgen”, conto alguna vez.
De repente su madre volvió la mirada
fijamente hacia él quien también cruzo su mirada hacia ella. Como lo recuerdo
aún, como si fuera ayer, nos narra. “Con mucha timidez me dijo: HIJO ¿POR QUÉ
NO ERES SACERDOTE? “Yo he rezado mucho por ti” dijo su madre.
Sonrió maliciosamente y guardo un
silencio sepulcral, si alguien le hubiera visto la cara que tenia no hubiera notado
la diferencia entre la sorpresa y el miedo a la lluvia que continuaba cada vez
mas fuerte, pero que silenciaron truenos y relámpagos como esperando ellos también
en silencio escuchar la respuesta. O de repente para ser escuchado por Dios.
¡SÌ mamá ! fue su respuesta. Mirando
a sus padres. “Vi como sonreían los dos viejitos” contaba, pues también habían
llevado a su papá.
Podrán creer ustedes que hasta la
lluvia se calmó y pudieron iniciar el retorno a casa?
“Ahí estaba la semilla.” Dios la había
plantado con una buena cantidad de agua con un rio completo diría yo.
“Pensé y pensé en solitario”
cuenta el padre Santiago.
Y así pasaban los días era un mes
de Julio del año mil novecientos cincuenta y ocho, desde ese día nuevas ilusiones,
nuevos valores surgieron en su vida. Hasta que cierto día llego el sacerdote
que siempre visitaba a su padre enfermo, con mucho miedo se acerco y le dijo: ”Don
Pedro quiero hablar con Usted.” El sacerdote acepto sorprendido, pues el había
notado que cada vez que llegaba; Santiago ni le miraba ni le saludaba. Estando
ya solos le explico lo que le sucedía y en el dilema que se encontraba. El
sacerdote muy atentamente le escuchó y le dió como respuesta: ¿Quieres ir al Seminario
de Palencia? ¡Sí!... Pues yo te voy ayudar.
No había pasado ni dos días cuando nuevamente
llego el padre Pedro para decirle que se dedicara a estudiar y que dentro de un
mes le tomarían un examen en el seminario.
Dios estaba ahí. “Deje de darle
la espalda y encontré su rostro”.
Inmediatamente empezó a buscar
sus libros, el problema era el examen, qué le preguntarían ¿?, como sería eso,
ya dependía de él. Todo el verano se dedicó a trabajar y a estudiar. Todo
cambió repentinamente para Santiago, empezó a ver la vida de otra manera ya
rezaba en casa, iba a misa.
“Increíble pero tenía tiempo para
todo” expresaba. Cuantos de nosotros decimos no tengo tiempo para ir a misa o para
hacer tal o cual cosa a la que Dios todos los días nos llama.
Pero algo todavía no lo tenía
claro, pensaba; y ahora quién va a costear todo esto si mis padres no van a poder
pagar los estudios. La respuesta la encontró en el mismo sacerdote, Don Pedro,
como le llamaba. Hijo le dijo: “si tu rindes en el examen con nota excelente
puedes sacar una beca de estudios y hasta beca para tus libros y para tu ropa
“.
¡Me piqué! Dijo Santiago. ¡A chancar
se ha dicho! Pasó muchas horas sin dormir, llevaba los libros al campo y en el
camino iba repasando.
Hasta que llegó el día de presentarse
a rendir sus exámenes, sus padres le dieron su bendición y se quedaron rezando
el rosario y pidiendo a Dios que se haga su voluntad.
Iba con mucha confianza a rendir
su examen pues sabía que había estudiado conscientemente. Llegado el momento dio
el examen, esperó sus notas y con mucha alegría recibía los resultados. “EXCELENTE”.
Todos le felicitaron y le ayudaron
a que continúe sus estudios, sus padres, “Paco” y sus hermanos desde el Perú que ya se habían
establecido en Pisco con la ayuda de una tía, hermana de su mamá que trabajaba
como empleada domestica desde muchos años de una familia española. Este dato lo
consideró importante y que luego le serviría
para venirse al Perú.
Las becas las mantuvo hasta la culminación
de sus estudios de Filosofía y Teología nunca las perdió. ¿Quién pagó todo esto?
No lo sabe ni lo sabrá nunca.
Por eso siempre están en sus
oraciones sus bienhechores anónimos.
Fue así como un 29 de Junio de
1964. Escuchó estas palabras. “ERES SACERDOTE
PARA SIEMPRE “
“¡Qué maravilla! ¡Qué extraordinario!”.
Fue mi ordenación. Momento inmenso cuando una viejita, llena de arrugas, ¡Mi mamá!
Y un hermano pequeño por su defecto físico pero gigante de alma y de entrega se
acercaron a mi y con una cinta blanca amarraron mis manos para que penetrara bien
el oleo en mi piel. “SANTIAGO, SACERDOTE. GRACIAS SEÑOR “.
“Sacerdote no para mi, ni para mi
familia de sangre sino para los demás. Para mi familia de fe, para nosotros”.
¡¡¡FELIZ ANIVERSARIO!!! QUERIDO
PADRE, ESTIMADO AMIGO¡ DIOS TE BENDIGA!
OSCAR
VELIT BAILETTI.
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