En
la sociedad peruana, como en todas las sociedades, se tiene a un profesional a
quien se le encarga la delicada misión de formar la mente de la niñez y juventud,
partiendo por sacarlo del oscuro mundo de la ignorancia, además de formarlo
como persona, en la práctica de valores y buenos hábitos.
Nos
referimos al maestro de todos los niveles y de todos los espacios geográficos,
un profesional que, a pesar del delicado rol que la nación y la sociedad le
encomienda jamás ha sido reconocido y valorado por los gobernantes de todas las
épocas, habiendo tenido que dar también cátedra de lucha en las calles para
conseguir sus derechos a través de gloriosas jornadas de protesta y combate
contra el patrón de turno.
Quién
mejor que el maestro para conocer y comprender la problemática y las
necesidades del común de los ciudadanos, pues el maestro es una persona que
consiguió su profesión a costa de mucho sacrificio, pertenece al grupo de las
grandes mayorías y sabe lo que son sus necesidades, sus sueños frustrados y la
indiferencia que padece de quienes ostentan el poder, pues los gobernantes
nunca han gobernado para las mayorías, por lo tanto, los gobernantes jamás gobernaron
para los maestros y más bien siempre los miraron como un peligro para sus intereses,
debido a su espíritu de lucha, su capacidad de decir las cosas claras y su
decisión de dar siempre un paso adelante, desenmascarando a quienes solo utilizan
al pueblo para legitimarse en el poder mediante las urnas, en la falsa
democracia que se vive en el Perú.
De
ahí que al recordar el Día del maestro peruano, inevitablemente, debemos partir
por recordar y rendir homenaje a los héroes anónimos del pueblo, aquellos
maestros que lo dieron y entregaron todo en interminables jornadas pedagógicas,
ya sea en una moderna o una humilde aula de una escuela; que lo dio todo, ya
sea en una céntrica o alejada escuelita de lugares recónditos del Perú; que se
entregó por completo a su quehacer educativo en la costa, en la sierra y en la
selva, sacrificando su salud, su seguridad su familia y hasta su vida, por cumplir
con su apostolado.
Nuestro
homenaje al maestro de hoy y a los de ayer, nuestros viejos maestros, quienes
nos legaron el más digno ejemplo de entrega, pero también de lucha por
conseguir sus reivindicaciones.
Cómo
no recordar, en este aspecto a maestros que, sin proponérselo, solamente por
sus principios, se erigieron como paradigmas de combatientes de la educación y
del pueblo en épocas difíciles, enfrentándose incluso a gobiernos militares, a
la represión, a persecuciones inmisericordes, a verdaderas cacerías contra el
maestro y su familia.
Nuestro
homenaje entonces, a los maestros de nuestros días, pero asimismo, a los
maestros de antaño, como aquellos que participaron de la huelga más larga en la
historia del país, llevada a cabo por los valerosos maestros y maestras
sutepistas del Perú aquella que duró 118 días y que concluyera el 30 de
setiembre de 1979, cuyos protagonistas, los combativos maestros peruanos,
debieron luchar sin sueldo por más de tres meses, con más de cuatrocientos
maestros detenidos, encarcelados hasta en la cárcel más temida del Perú como lo
fue la colonia penal de El Sepa, tiempos donde fueron despedidos más de
cuarenta mil maestros, épocas donde los hogares de los dirigentes eran
asaltados por las fuerzas del orden que obedecían a la patronal del estado so
pretexto de apresarlos; en fin, nuestro homenaje a los maestros que escribieron
con sudor, lágrimas y sangre las páginas de luchas más dignas del magisterio
peruano, cuyas secuelas de la represión, el aislamiento, las masacres
policiales y abusos, debieron padecer en sus últimos días los maestros, olvidados
por quienes deberíamos guardarles gratitud imperecedera.
Hoy,
que la mal llamada modernidad ha cambiado radicalmente las cosas, la sociedad y
la mentalidad humana, la propia forma de vida en todos los aspectos, el maestro
debe enfrentarse a nuevos retos, a nuevos enemigos de su labor formadora. y
vaya que los afronta con denuedo, con responsabilidad, asumiendo todos los
retos; pero lo que no ha cambiado es su situación económica, su estatus social,
el trato despreciativo que siempre recibió
de los gobernantes de todos los tiempos, debiendo vivir el maestro de hoy como
vivió el maestro en todos los tiempos: marginado, olvidado plagado de
necesidades, de angustias económicas, de limitaciones, condenado a ganar un magro
sueldo que si apenas le al-canza para sobrevivir, pero viviendo también siempre
con la frente en alto, con dignidad, porque comprende que los golpes que recibe
son fuertes, duros, inmisericordes, pero más fuerte es su responsabilidad, su
deseo de luchar con patriotismo y dignidad por un porvenir y una socie-dad
mejor, sin amilanarse ante las adversidades, pues lleva el legado del maestro
Horacio Ze-ballos Gámez, quien hizo de su tarea revolucionaria un ejercicio
permanente y cotidiano, lo que debe ser emulado por los buenos maestros.
¡FELIZ
DÍA A LOS MAESTROS Y A LAS MAESTRAS DE CHINCHA Y DE TODO EL PERÚ!
Juan
Almeyda Yataco
DNI
21782698