Escribe:
Alberto V. Lévano Almeyda.
Sentí, un sobresalto, como
un despertar repentino, había soñado con un amigo de innumerables jornadas de
investigación costumbrista, era un día cercano a la navidad, y recordé con mucha
alegría lo acontecido una inolvidable fecha.
Antes de medianoche, del 24
de diciembre de 1963, salía de la panadería donde trabajaba, me confundí entre
la gente que caminaba de prisa, en diferentes direcciones, portando paquetes y
cajas de múltiples colores y tamaño. Quería ver bailar a “Los Negritos”, En el
atrio del Templo de Fátima. Cuando llegué, ya se habían ido. Apenado regresaba
por la calle Ayacucho, y, cruzando la calle chavín, vi venir a trancos, la
figura de un hombre conocido. Le dí la voz: ¡Adolfo! –responde-
¡Hola Albertus!, ¿Qué haces
por acá?; Sabes-le dije- por la naturaleza del trabajo de mi familia, raras
veces nos reunimos en Noche Buena, esperaré que se desocupen mis padres para ir
a casa. Al instante me propone: “Quiero que me acompañes esta noche a mi casa.
Jesús está en todo lugar, también allí estará”. Me estremeció lo que me dijo.
Acepté tan honrosa invitación. La casa quedaba a unos cuantos pasos.
Al ingresar, sentí el calor
y el cariño, que allí reina; oramos con profundo recogimiento, antes de iniciar
la cena; mientras tenuemente se escuchaba un coro de niños entonar villancicos,
y la tradicional “Noche de Paz”. Compartí en el hogar de Adolfo Peschiera
Gonzales, unas de la más hermosa cena de mi vida. Al salir de la casa, escuché
muy cerca, un melodioso violín y las campanillas de un “Atajo de Negritos”, que
pasaba con dirección a la Plaza de Armas de Chincha, los fui acompañando, hasta
el lugar donde encontré a mis padres, y
con ellos, vimos como se alejaban por la calle los Ángeles cantando:
…. “Esta noche nomás canto,
(bis)
y mañana todo el día, (bis)
pasao mañana se acaba
de mi pecho la alegría.
(bis) ……
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