Por: Oscar Velit Bailetti
Casi a diario manos
extrañas, arrancan las plantas de los jardines que con tanto esfuerzo se siembran y además se encuentran una o dos
macetas rotas.
Como
ciudadanos, debemos de hacer algo. Tenemos que hacer un compromiso para
cuidar nuestra ciudad y el medio ambiente.
La
sensibilidad para percibir la naturaleza está condensada en la expresión: «la
maceta está triste, a la planta le quitaron vida». No siempre las personas nos
damos cuenta de eso: maltratamos o no cuidamos el ambiente en que vivimos y por
eso perdemos mucha calidad de vida, para nosotros y, a veces, para muchas
generaciones después de nosotros. Cuando ocurre eso, los primeros y más
perjudicados son los chicos, nuestros hijos y los de toda familia.
Este es un
compromiso para cuidar el planeta con ternura debido a que, se forja una actitud
positiva hacia la Tierra como «nuestro espacio de vida, de cobijo y de cuidado,
para comprender el mundo, se promueve un acercamiento positivo y no culposo, lo
cual representa la base para una verdadera conciencia ambiental. Esta
conciencia ambiental emerge de esa conexión que permite comprender la esencia
de la naturaleza y amarla. NOS FALTA CULTURA Y EDUCACION VERDE.
Con esta
nueva práctica educativa también podemos contribuir con la sustentabilidad física,
mental y espiritual en cuanto es un medio para combatir el trastorno por
déficit de naturaleza que a escala global está produciendo diversas dolencias
de la infancia como la depresión, el estrés, la hiperactividad y el déficit de
atención, y la ansiedad: «Contribuir a reducir el déficit de naturaleza, a
sanar la alienación infantil respecto al ambiente, es nuestro interés no solo
por razones románticas, estéticas o de justicia, sino porque de ello depende la
salud mental física y espiritual de nuestra especie y del planeta en su
conjunto».
Se requiere que en las Instituciones
educativas promuevan el amor por las plantas, deben de
organizar un concurso de macetas que permita que se generen en las niñas
y los niños un sentido de cariño e interés por las plantas, para convertir
focos infecciosos en un ambiente limpio y saludable.
Es posible
hacer más saludable el ambiente donde vivimos. Para eso necesitamos sa-ber qué
hacer, cómo mejorar nuestras prácticas diarias, có-mo cuidarnos y cuidar a los
demás. Los cambios personales, aunque muy necesarios, no son suficientes. Este
es un tema que nos afecta a todos. Es necesario conversar y trabajar con
nuestra familia, con nuestros vecinos y, si es posible, con toda la comunidad.
Es probable que usted forme parte de un equipo y éste tenga un responsable con
quien consultar sus dudas y planificar su trabajo.
Como
algunas acciones de prevención o de reparación, si superan las posibilidades de
una persona o de un grupo pequeño, conviene ponerse en contacto con
organizaciones e instituciones, armar redes de comunicación y colaboración.
El primer
paso en la tarea del Promotor a favor de la salud ambiental del barrio es tan
sencillo: tomar y hacer tomar conciencia de que «el barrio es la casa de
todos». Por otra parte, debe promoverse e implementar conductas apropiadas en
la vida cotidiana de los niños y de toda la comunidad educativa que, además,
debe caracterizarse por el sentido de responsabilidad.
Vamos camino a tener una ciudad
de lujo. COLABOREMOS
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