lunes, 5 de noviembre de 2018

ANGUSTIA POR UN BOLERO


Por: RAUL SOTELO LEVANO
La reunión comenzaba a tomar cuerpo, y precisamente hablando de tomar y cuerpo, se acercó Teresa, una impresionante mexicana que se divertía como si fuera el último día de su existencia, y me alcanzó una copa de tequila. "Salud Raúl'' ¡fue su invitación!.
No evadí el gesto, y el vaso quedó vacío. Creí que ya estaba a salvo, pero Teresa continuó con su asedio."Bailamos" me dijo,  al mismo tiempo que se contorneaba al son de una movida cumbia.
Este reto no lo esperaba. Se estaba poniendo en riesgo mi peruanidad y mis pantalones. "Tú puedes'', me dije interiormente como dándome ánimo. Salí al ruedo,  puse todas las ganas, pero ella se ''paseó" conmigo alentada por sus cuates que le hicieron estruendosa barra. El más bullicioso era un gordo mexicano que reía feliz viendo a su novia Teresa como avasallaba a un peruano desorientado que se enredaba torpemente. Me sentí humillado.
''Pero esto no se queda así ''fue mi sentencia y maquiné lo que sería mi venganza. Me acerqué al encargado del equipo musical y le dije "Compadre, plis,  pónme en escena a Bienvenido Granda con su bolero,  Angustia''. El tipo que era del Callao, con el dedo pulgar hacia arriba entendió mis intenciones, y puso en acción la Sonora Matancera.
Me preparé, ajusté el nudo de mi corbata, el pañuelo rojo de mi saco estaba en su lugar, mis zapatos blancos  lucían impecables  y  me  encaminé decidido donde Teresa. Le extendí la mano, me incliné reverente, y casi en su oído le susurré ¿"Bailamos''?
El salón era de nosotros, y de  nadie más. Se trataba de un bolero casi desconocido para los de allí presentes, más aún para Nicomedes,  que era el nombre del  voluminoso prometido de Teresa, el mismo que cambió de rostro y dejó de reír.
Yo no iba a permitir más piruetas a mi pareja. La tomé de la cintura, la atraje hacia mí y la ajusté hasta formar ambos un solo bloque. Lo que vino des-pues era lección aprendida en Chincha todos los sábados por la noche en aquel inolvidable local ''La Colmena'' por los años 55. Pura Sonora Matancera, y yo en ese momento,  era un matancero dispuesto a todo.
  Casi al final, remedando a Vicentico Valdéz, musité en el oído de Teresa ''mucho me gusta de ti''. Había ganado lejos, y de reojo veo  que el mexicano,  en un arranque de celos, bramaba como un toro de lidia.
Mi contento fue efímero. Al tercer día recibí una carta notarial firmada por Nicomedes, donde entre otros argumentos,  me retaba a un duelo personal tal como se estila en su patria, y que yo eligiera la fecha, hora, lugar, y las armas a emplear donde solo uno quedaría con vida. Estaba dolido y quería limpiar  su honor a costa de mi pellejo. Pensé: con arma de fuego, el gordo me encajaría una bala entre ceja y ceja. Con espadas, yo terminaría como Juan El Bautista con mi cabeza rodando por el suelo. En lucha libre, el panzón me dejaría como una torreja apanada. La única alternativa que me quedaba era combatir con flechas, pues mi rival de amores se manejaba tal gordura que era un blanco perfecto. Le respondí su carta notarial con fecha del duelo, el 22 de febrero del 2018 (mi cumpleaños) hasta allí con prácticas intensivas estaría convertido en un auténtico y experto Robin Hood. De pronto recibí  una llamada de Teresa que me advertía: "Raúl, te has metido en un lío grande. Mi novio fue campeón en el lanzamiento de flechas, y por lo que más quieras huye de aquí, estas en peligro". No lo pensé dos veces y le dije a mi hija Cecilia. "Por favor si no quieres quedarte huérfana de padre, cambia la fecha de mi retorno a Perú para el 20 de febrero próximo. Es cuestión de vida o muerte".
Ya instalado cómodamente en el avión, rumbo a Chincha,  respiré hondo a todo lo que resistieron mis pulmones. ¡Qué alivio estaba a salvo!
Porque menso no soy, ¿verdad?.


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