Autor. Hugo Medrano Medina
Hay un silencio sepulcral en el ambiente. Se apagó su voz y
su risa bonachona grave y gentil huyeron. ¿Qué pasó?, ¿Qué ocurrió? Existe
aflicción y dolor por doquier, todos nos miramos, todos lo sentimos. En verdad,
hay una razón incontrastable: ¡ha muerto Gilberto Pino Rojas!.
Yo lo conocí cuando recién se iniciaba en dejar su voz en
los micrófonos de la época, grandes y pesados. Tuve la gran satisfacción y
orgullo de ser para él: su maestro. Siempre reconoció en mí la vocalización, la
gesticulación, el carisma, la riqueza de nuestro lenguaje, y la forma de
decirlo, sin caer en la “huachafería”.
Estos dones, que Dios me dio, los supo aprovechar mi
querido colega Gilberto y los puso al servicio de sus oyentes hasta el fin de
sus días.
Actualmente, pese al tiempo transcurrido, con el avance de
la ciencia sonora, hay elementos que por ignorancia hace caso omiso a las
recomendaciones para ser un buen locutor y se aferran a hablar a su manera, incurriendo
en faltas garrafales, despertando críticas y se ríen de su impropiedad.
El micrófono, me sabía decir Pino, el instrumento más fácil
de llevar cultura a un pueblo. Además, el más inmediato para hacer conocer las
noticias más infaustas, a la par, con los más felices.
En nuestros encuentros, mi querido amigo Gilberto, siempre
abordamos los tiempos pretéritos, hacíamos mención a los viejos locutores,
Armando Figari, Matías, Carlos y Eduardo Bernaola y por allí una que otra voz
femenina, intrascendente. Entre los
muchachones de ese tiempo podemos citar a Gilberto Pino, Hugo Medrano, Alberto
Cheng, Adolfo Peschiera, Joel Almeyda, “Cogollito” Magallanes, Juan Córdova y Medrano
Jr.
Como puede ocurrir, quizás olvide algunos nombres, que me
disculpen, pero los méritos que obtuvo Gilberto Pino Rojas, ocupan un lugar
preponderante en la lista de quienes forjamos este difícil trabajo de locución
y no dejarlo ni en Chincha ni en Palpa subordinado a “nuevas figuras”, que
haciendo de “payasos” pretenden conquistar a los oyentes.
Descansa en paz mi querido amigo Pino y que la Virgen del
Carmen, te acune en su regazo.