Queridos hermanos y
hermanas:
Ante la proximidad de
la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2013, deseo
proponeros algunas reflexiones acerca de una realidad cada vez más importante,
y que tiene que ver con el modo en el que las personas se comunican hoy entre
sí. Quisiera detenerme a considerar el desarrollo de las redes sociales
digitales, que están contribuyendo a que surja una nueva «ágora», una plaza
pública y abierta en la que las personas comparten ideas, informaciones,
opiniones, y donde, además, nacen nuevas relaciones y formas de comunidad.
Estos espacios, cuando
se valorizan bien y de manera equilibrada, favorecen formas de diálogo y de
debate que, llevadas a cabo con respeto, salvaguarda de la intimidad, responsabilidad
e interés por la verdad, pueden reforzar los lazos de unidad entre las personas
y promover eficazmente la armonía de la familia humana. El intercambio de
información puede convertirse en verdadera comunicación, los contactos pueden
transformarse en amistad, las conexiones pueden facilitar la comunión. Si las
redes sociales están llamadas a actualizar esta gran potencialidad, las
personas que participan en ellas deben esforzarse por ser auténticas, porque en
estos espacios no se comparten tan solo ideas e informaciones, sino que, en
última instancia, son ellas mismas el objeto de la comunicación.
El desarrollo de
las redes sociales requiere un compromiso: las personas se sienten implicadas
cuando han de construir relaciones y encontrar amistades, cuando buscan
respuestas a sus preguntas, o se divierten, pero también cuando se sienten
estimuladas intelectualmente y comparten competencias y conocimientos. Las
redes se convierten así, cada vez más, en parte del tejido de la sociedad, en
cuanto que unen a las personas en virtud de estas necesidades fundamentales.
Las redes sociales se alimentan, por tanto, de aspiraciones radicadas en el
corazón del hombre.
La cultura de las redes
sociales y los cambios en las formas y los estilos de la comunicación suponen
todo un desafío para quienes desean hablar de verdad y de valores. A
menudo, como sucede también con otros medios de comunicación social, el
significado y la eficacia de las diferentes formas de expresión parecen
determinados más por su popularidad que por su importancia y validez
intrínsecas. La popularidad, a su vez, depende a menudo más de la fama o de
estrategias persuasivas que de la lógica de la argumentación. A veces, la voz
discreta de la razón se ve sofocada por el ruido de tanta información y no
consigue despertar la atención, que se reserva en cambio a quienes se expresan
de manera más persuasiva.
Los medios
de comunicación social necesitan, por tanto, del compromiso de todos
aquellos que son conscientes del valor del diálogo, del debate razonado,
de la argumentación lógica; de personas que tratan de cultivar formas de
discurso y de expresión que apelan a las más nobles aspiraciones de quien está
implicado en el proceso comunicativo. El diálogo y el debate pueden florecer y
crecer asimismo cuando se conversa y se toma en serio a quienes sostienen ideas
distintas de las nuestras.«Teniendo en cuenta la diversidad cultural, es
preciso lograr que las personas no sólo acepten la existencia de la cultura del
otro, sino que aspiren también a enriquecerse con ella y a ofrecerle lo que se
tiene de bueno, de verdadero y de bello» (Discurso para el Encuentro con
el mundo de la cultura, Belém, Lisboa, 12 mayo 2010).
Las redes sociales deben
afrontar el desafío de ser verdaderamente inclusivas: de este modo, se
beneficiarán de la plena participación de los creyentes que desean compartir el
Mensaje de Jesús y los valores de la dignidad humana que promueven sus
enseñanzas. En efecto, los creyentes advierten de modo cada vez más claro que
si la Buena Noticia no se da a conocer también en el ambiente digital podría
quedar fuera del ámbito de la experiencia de muchas personas para las que este
espacio existencial es importante.
El ambiente digital no
es un mundo paralelo o puramente virtual, sino que forma parte de la realidad
cotidiana de muchos, especialmente de los más jóvenes. Las redes sociales
son el fruto de la interacción humana pero, a su vez, dan nueva forma a las
dinámicas de la comunicación que crea relaciones; por tanto, una comprensión
atenta de este ambiente es el prerrequisito para una presencia significativa
dentro del mismo.
La capacidad de utilizar
los nuevos lenguajes es necesaria no tanto para estar al paso con los tiempos,
sino precisamente para permitir que la infinita riqueza del Evangelio encuentre
formas de expresión que puedan alcanzar las mentes y los corazones de todos. En
el ambiente digital, la palabra escrita se encuentra con frecuencia acompañada
de imágenes y sonidos. Una comunicación eficaz, como las parábolas de Jesús, ha
de estimular la imaginación y la sensibilidad afectiva de aquéllos a quienes
queremos invitar a un encuentro con el misterio del amor de Dios. Por lo demás,
sabemos que la tradición cristiana ha sido siempre rica en signos y símbolos:
pienso, por ejemplo, en la cruz, los iconos, el belén, las imágenes de la
Virgen María, los vitrales y las pinturas de las iglesias. Una parte sustancial
del patrimonio artístico de la humanidad ha sido realizada por artistas y
músicos que han intentado expresar las verdades de la fe.
En las redes sociales se
pone de manifiesto la autenticidad de los creyentes cuando comparten la
fuente profunda de su esperanza y de su alegría: la fe en el Dios rico de
misericordia y de amor, revelado en Jesucristo. Este compartir consiste no solo
en la expresión explícita de la fe, sino también en el testimonio, es decir, «en
el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente
concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable explícitamente de él».
(Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales 2011). Una forma especialmente significativa de dar
testimonio es la voluntad de donarse a los demás mediante la disponibilidad
para responder pacientemente y con respeto a sus preguntas y sus dudas en el
camino de búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia humana. La
presencia en las redes sociales del diálogo sobre la fe y el creer confirma la
relevancia de la religión en el debate público y social.
Para quienes han
acogido con corazón abierto el don de la fe, la respuesta radical a las
preguntas del hombre sobre el amor, la verdad y el significado de la vida
-que están presentes en las redes sociales- se encuentra en la persona de
Jesucristo. Es natural que quien tiene fe desee compartirla, con respeto y
sensibilidad, con las personas que encuentra en el ambiente digital. Pero
en definitiva los buenos frutos que el compartir el Evangelio puede dar, se
deben más a la capacidad de la Palabra de Dios de tocar los corazones, que a
cualquier esfuerzo nuestro. La confianza en el poder de la acción de Dios
debe ser superior a la seguridad que depositemos en el uso de los medios
humanos. También en el ambiente digital, en el que con facilidad se alzan voces
con tonos demasiado fuertes y conflictivos, y donde a veces se corre el riesgo
de que prevalezca el sensacionalismo, estamos llamados a un atento
discernimiento. Y recordemos, a este respecto, que Elías reconoció la voz de
Dios no en el viento fuerte e impetuoso, ni en el terremoto o en el fuego, sino
en el «susurro de una brisa suave» (1R 19,11-12). Confiemos en
que los deseos fundamentales del hombre de amar y ser amado, de encontrar
significado y verdad –que Dios mismo ha colocado en el corazón del ser humano-
hagan que los hombres y mujeres de nuestro tiempo estén siempre abiertos a lo
que el beato cardenal Newman llamaba la «luz amable» de la fe.
Las redes sociales,
además de instrumento de evangelización, pueden ser un factor de desarrollo humano. Por
ejemplo, en algunos contextos geográficos y culturales en los que los
cristianos se sienten aislados, las redes sociales permiten fortalecer el
sentido de su efectiva unidad con la comunidad universal de los creyentes. Las
redes ofrecen la posibilidad de compartir fácilmente los recursos espirituales
y litúrgicos, y hacen que las personas puedan rezar con un renovado sentido de
cercanía con quienes profesan su misma fe. La implicación auténtica e
interactiva con las cuestiones y las dudas de quienes están lejos de la fe nos
debe hacer sentir la necesidad de alimentar con la oración y la reflexión
nuestra fe en la presencia de Dios, y también nuestra caridad
activa: «Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no
tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe» (1 Co 13,1).
Existen redes sociales que, en el ambiente
digital, ofrecen al hombre de hoy ocasiones para orar, meditar y compartir la
Palabra de Dios. Pero estas redes pueden asimismo abrir las puertas a
otras dimensiones de la fe. De hecho, muchas personas están descubriendo,
precisamente gracias a un contacto que comenzó en la red, la importancia del
encuentro directo, de la experiencia de comunidad o también de pere-grinación,
elementos que son importantes en el camino de fe. Tratando de hacer presente el
Evangelio en el ambiente digital, podemos invitar a las personas a vivir
encuentros de oración o celebraciones litúrgicas en lugares concretos como
iglesias o capillas. Debe de haber coherencia y unidad en la expresión de
nuestra fe y en nuestro testimonio del Evangelio dentro de la realidad en la
que estamos llamados a vivir, tanto si se trata de la realidad física como de
la digital. Ante los demás, estamos llamados a dar a conocer el amor de Dios,
hasta los más remotos confines de la tierra.
Rezo para que el
Espíritu de Dios os acompañe y os ilumine siempre, y al mismo tiempo os bendigo
de corazón para que podáis ser verdaderamente mensajeros y testigos del
Evangelio. «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la
creación» (Mc 16,15).
Vaticano, 24 de enero de
2013, fiesta de san Francisco de Sales
BENEDICTUS XVI
¡¡Muchas Felicidades a
todos los Comunicadores Sociales!!